domingo, 4 de julio de 2010

Capitulos 10 y 11 de Los Primos, Novela Profesor Victor Arias

Capitulo diez.

Las mariposas eran pequeñas, las arañas enormes pero llegaron tres gallinas primas hermanas de las guineas y las rifaron en ambos equipos. Pasaron unos minutos y los ladridos de Bolo y de Bolito me recordaron los difuntos Tormbolo y Azabache, eran dos ejemplos de animales. En nada se parecen a los de ahora, jukú... los de hoy sólo ladran, no vale la pena tenerlos. Me fui acercando donde uno de los primos, hijos de doña Hermes, hacía una semblanza de su madre. Ella era un pedazo de miel, se podía enduzar cualquier cosa con su cuerpo. Yo la recuerdo de sus 27 años es posible que yo estuviera rondando mis siete, para esos días se veía como una rosa roja. Con sus partes físicas endulzábamos, porque de sus poros salía la miel a chorro. Imagínate, que no sería de su espiritualidad. Un día, que se había muerto un joven de nombre Juanito Silverio, me llamó y sin más apuro que el que tenía que decir y me dijo vamos allí, y llegamos a los Trejo al velorio de Juanito Silverio muerto por ahorcamiento. Ella tenía miedo que aprendí de ella, era muy sensible a las energías demoníacas y a las espiritualidades, puras y sublimes. En la tarde de el otro día estuvimos en el velorio de Patria Polanco una de las mujeres del señor Cándido Silverio, ella mi mamá, lloró junto a otras mujeres más, eso me fastidiaba y meponía vacilón. Salimos a las 12 de la noche luego que servían arroz blanco con habichuelas con enormes pedazos de carne de cerdo comprada en las carnicería. Al pasar por el cementerio sentí mucho frío y creí que era la difunta que llevábamos entre las espaldas y los bultos repletos de comida. Así, ocurrió muchas veces que se morían parientes de papá, o amigos de la familia, ahí estaba mamá, y yo acompañándola. En los cortes de café, en la recogida de maní, en la compras de víveres en la lomota y el lirial o en la Catalina de Altamira, allí andaba yo, al compás de su chiripeo me gustaba oirla cantar canciones que ella aprendiera en su niñez en los predios de sus padres en Jicomé de las esperanzas, en provincia Valverde.
Un día, estuvimos en la Hacienda San Antonio, de las propiedades de don Féliz Henríquez, recogiamos repollos de batata. Mamá comenzó cantando canciones de los fundos del noroeste... aprendido en su infancia. Decía –“Poray María se va, si quiere sabei mi nombre, llámame poi vencelao, que yo tengo varias chivas en Mao, unas mulas en Jicomé, varias burras y varias vacas... a la disposición de usted” Pasaba fumando, cantando y con la alegría en sus labios me decía- ¡arriba, arriba! ¡Arriba papo! que estamos terminando y continuaba entonando plenas de los predios del noroeste. Recuerdo que un día cantó “ Huyendo de la Justicia... me metí en un cambronai, y como andaba muy de mala me volvió ei gallo a ensuciay...! mamá Hermes, no concluyó con el canto, porque una ligera llovizna abrazó el territorio donde trabajabamos. Pero cuanto mermó dijo. Mi abuela tenía una polla, que anidaba en una barranca, un huevo se derrumbó matando sesenta vacas, y setenta platanares, mi abuela si era curiosa y potente para criar e incumbar esos animales. Hermes era una revolucionaria, a carta cabal, era teorica siendo iletrada, pudo haber nacido en cualquier espacio del universo, pudo haber sido hija de un pordiosero como de un principe. Era dueña de una brillante espiritualidad, su espacio, social luego del geográfico le negó la escuela donde estudiar, cualquier saber de su siglo 20, en donde surge entre bosques, llanuras, pedregales, matojales y montañas, pudo romper los prejuicios de las clases de una sociedad injusta y engreida. Perteneció a las instituciones enemigas de la injusticia, a los grupos humanísticos, en defenza de los desvalidos, en todos los géneros étnicos. Hermes amaba la cultura de cualquier índoles, hacía décima hasta de pies forzados. Cuando supo la muerte del coronel camaño dijo que lloraba por la de los generales Demetrio Rodríguez, por la de Bencosme y la Arias Alvarez.
Pienso- dijo Lorenzo- cuando en los dias de los funerales, uno de los primos preguntó por las cualidades suyas, tía, si hubiese nacido en Alemania, hubiese sido del partido Socialdemócrata, o del socialista español, o del de Indhira Gandhi en la India, porque cabía en cualquier horma.
Está bien- manifestó Camila- que llegaba de la cocina, ven para que te coma este chambre que te preparé con calamche de chivo. Fui y comí hasta con los bigotes. Era un manjar para la ocasión, nadie podría decir lo contrario. Esa tarde comenzó a llegar muchas gentes era el primer año de los funerales de Mama Hermes. El patio estaba cubierto de una grama verde, mullida que atraía a los visitantes. No me sentí bien porque llegaban, primero que yo, los legionarios bocaeros, primos de los platos, y de las fundas. Eran los muladares menos famosos de los vecindarios, pero eran hierbas aéreas. Quites que como garrapatas habitaban en la piel del ganado social, usando como base, circunstancias luctuosas, el dolor de los que por las razones que fueran, lloraban aún la ida de algún cercano pariente.
Doña Hermes era de estatura lo que se dice extraña, había quien llegó a decir que los días de calor no eran tan pequeños como los inviernos pesados. Su carácter afabilísimo, mantuvo por 70 años complacidos a los vecinos de los parajes aledaños a la estancia donde vivió con su familia y la del padre, de su marido. Era fue muy buena cuñada y buena comadre y muy buena madre. Doña Hermes era una Matrona en la comunidad de Los Guanábanos, de Bajabonico de los Cañafístula.
Evaristo, su marido sabía que Hermes, era así y no tuvo necesidad de cuidarla. El era Jornalero, cañero en tiempo de molienda y en tiempo muerto era agricultor. En Eugenia, pusieron mayor empeño y en los primeros años ayudaba al desenvolvimiento de la economía familiar. Así como para mucho Hermes sufría cambios en el tamaño de su cuerpo, así no cedió un paso para que su hija Eugenia fuera un ser feliz, claro sin proponérselo, quizá todo salía por el poder de la espontaneidad de un flujo familiar. Llegué a pensar que… era la maldición de las hijas de las mujeres descendientes de Epifanía Arias, tatara, tarabuela de Victoriana, madre de la señora Hermes, de quien, 120 años, se habla, luego de haber muerto, persiguiendo al raptor, del número 68, de sus bisnietas. Algunas lenguas sueltas aseguran que a Epifanía la enterraron sin haber muerto, y camino al cementerio oía lo que de ella decían, maldijo a sus parientes más cercanos, porque debieron darse cuenta que ella, estaba en trance de catarsis. Padeciendo los efectos trágicos y muy amargos de lo que comprobó con sus ojos, cayó en un pozo de compasión, en huronéelas de terror, entre saltos de quejidos angustiosos. Esas malas lenguas señalaron, que el maleficio de Epifanía, consiste en que las mujeres descendientes suyas, pasarían los últimos largos años de su vida, sin compañeros y morirían sin maridos. Serían muy escasas las que tendrán cortas viudedades o solterías. Contaban también que Epifanía era prima nieta de la tatara del general Desiderio Arias Álvarez, dijeron que eran descendientes del canario Tatara abuelo Felipe Isaías con escudos familiar, condestable de Jicomé de villa buey.
Algunas madres alejan a sus hijas, del camino amoroso, facilitando sugerencias obligadas como fue el caso de la hija, del señor Miguel Bonilla, aunque en otras familias, vinculadas a la familia Silverio, y a la familia Medina… que como consecuencia Minervina se hizo novia, por sugerencia de uno de los padres, del soldado esbirro trujillista que la mató. En las descendientes de doña Hermes eso no ha sucedido hechos sangrientos… sino que a Eugenia, les cerraron las puertas a la felicidad, negándole la escogencia libre y sin remendaduras de los novios quizá que la vida para ella tenía, tuvo a penas, no se para quién ha sido bueno, que beber en jarras ajenas quedando intoxicada en dos ocasiones… dando al alumbramiento dos hermosas flores, para el abuelo era una preciosa orquídea de montañas, y después un brote Guayacán. Este su retoño, confabulado con los opuestos a la felicidad de su madre, ayudó a ahogarla empujándola con la pesada crucifixión, en apariencia la premiaban, Eugenia pudo ser independiente y no esclaviza de toda la descendencia de Epifanía. No permitieron que siquiera ya cerca de su ancianidad tuviera la presencia del último consorte escogió que ahuyentaban como feroces mosca de asqueantes basureros.
El asunto es que Hermes una mujer de gran corazón y en ocasiones la escuchamos hablar de ese como de un militante de la misma organización de compromiso. “El corazón tiene razón que la razón desconoce”, dijo ese pensamiento es de Pascal. Me pregunté siendo iletrada ¿Cómo retiene esas ideas y sabe que es una propiedad ajena? Juh, ya lo dijimos pudo haber sido hija de cualquier mundo, y haber estado en cualquier escuela… ahora, debemos ser un poco justo al hablar de Hermes. Si doña Hermenegildo no tuvo minutos para actuar contra el desarrollo de sus hijos y mucho menos en los casos de sus particularidades.
Cuando llegó la hora de enterrar la esposa de su marido don Evaro, allí estuvo al frente agigantándose como en otros turnos de su vida social. Agarró la cocina y arrió sobre los rieles de su responsabilidad como se lo había enseñado doña Victoriana su madre, descendiente directa de la difunta epifanía. Nunca dejó marchar en la madrugada, un pariente suyo o de su marido sin recibir esa taza de tizana o de café negro. Ordeñaba las chivas y una vaca llamada Melena. Al quedarse al frente de los intereses de la familia, mi mamá hermana de Hermes dio a luz de mi persona, en 1950 y la mamá de tío Evaro murió tres años más tarde.
Recuerdo que en prima noche terminando de hacer la cena normal, salía con su hijo mayor, a buscar a la becerra a la barranca de los Cenas, donde se auto pastoreaba. ¡Juuuh! Al otro día se repetían las escenas. Los días de corridas o de fiestas: como el 13, el 24, el 29 y el 30 de junio, día de San Antonio, de San Juan, de san Pedrito y de san Pedro. Hermes acompañaba a don Evaro, a guayar hielo para venderles a los bailadores.
Ella era la dueña de la venta de agua con hielo. El vaso de agua costaba un centavo o chele. Y si era de coco al natural costaba cinco y 10 cheles con azúcar y con hielo picado. Imagínese que en el baile de música típica dominicana… tocan un carabiné, que mientras se toman de las manos comienza una ligera y fresca llovizna, en una enramada cobijada de penca de canas, imagínese que ahora tocan la tinajita… pero que don Evaro con su fuerza de Mazokú dice a boca en cuello ¡guayao, guayao, guayao! Silenciando la tambora. ¿Qué les parece? Hermes cuando llega de lavar los vasos, halla en la silla donde descansa, cuando se puede, a la señora de nombre Genette Ozoria, que es tres veces más fuerte que doña Hermes, quien la mira de arriba abajo, y sin intervención de palabras toma los balaustres de la silla y como si cambiara su estructura física derrumba al piso, a la señora Ozoria, que era una preciosa grama verde fresca.
El asunto que le explico, sirve para que vean que Hermes estaba siempre en actitudes productivas, del lado de su marido y de los suyos. Llegó, en ocasiones de parto, ir a la casa de su hermana Brunilinda, que vivía en el central Amistad, para lavar los pañales de la niña del segundo parto, en el primero no fue necesario Camila había nacido en la casa suya en el cortijo de los Evaros. Iba a preparar algunas supias de polla criolla, costumbre de la región, tendente a fortalecer el útero, aún juvenil. Hermes no se quitó nunca los aparejos, no fueron cargas suyas. Pero los tiraba con el baño para ir a la cama, nunca rezaba demasiado, pero lo hacía con devoción, a pesar que supo que con un rosario no compraba yautía ni zapatos. No compraba un calmante ni un desodorante. Supo que era una actitud muchas veces románticas y poéticas. Una acción del mundo de la mistificante. Nunca compró carne de pollo por haber ganado jugando a la lotería. Eso si abrió sanes y criaba gallinas ponedoras que vendía o usaba los huevos en los alimentos de la familia. Nació de un padre trabajador de tabaco que convertía en andullos comerciados en la compañía Henríquez.


CAPITULO ONCE.

Me molesté demasiado porque en la taza de café habia parejas de moscas y una me la tragué, permanecí hora y media tosiendo con ánimo para de vomitar, lo deseé pero no aconteció. Los nietos de Victoriana no somos dados en la práctica, ni de hipo, pero sí de muchos estornudos. Así somos todos los primos, lo llevamos en la sangre sanguínea, el aroma de unos dioses salvajes, que se alimentaron de cueros de bestias, de cáscaras y de raíces de viejos árboles centenarios y seculares donde luego se sentaron los ángeles de la conquista europea, es cierto que algunos bebieron orines de acémilas y de mula en busca de la esterilidad eterna o no parir criaturas con dificultades estomacales como aconteció en los años de doña Epifanía Arias. A muchos las sensaciones de placer y de temores las padecen al ritmo estomacal. Pienso que eso es una garantía para alejarse de los contornos de un infarto. A los términos de haber tosido llegó Camila, me pasó las frías manos por la nuca rozando sendas orejas, en ese ir y volver experimenté largo escalofrío cargado, pienso que de energías endemoniadas y como un ciclón inesperadamente el vómito llegó arrojé al piso una de las moscas que me había tragado horas antes y como las intenciones de Camila eran bastantes sanas no le dije nada. Pude asegurar que esos vómitos curaron las tormentas que residían en mis aposentos estomacales. Fui a la nevera, a menos de tres pasos de donde habitábamos, a preparar un cuba libre, el que me bebí sin corta pisas.
Lorenzo, Lorenzo… llamaron más de tres veces, no respondí por no haber conocido la voz, me enteré que era para informarme de la muerte de la prima Josefina Cruz prima de don Evaro había muerto en su hogar en los Llanos de Pérez. Sí, así ocurrió, lo había referido en presencia del teniente pensionado Dobleese, mientras en la Pérgola junto a Onésimo, platicando de los misterios nocturnales, recibimos la visita de dos jóvenes coleópteros llegaron como los esbirros de la tiranía al servicio y dirección del Coronel Abbe García, iluminaron los entornos y las interioridades de las paredes de mi vivienda. Ahí…, en aquella circunstancia, anunciaba yo, morirían varias personas y que en mi parecer serían primos nuestros. En la noche de ese día aconteció la repetición de las visitas de los cocuyos, volví a decir con lujos de destalles cosas… murió Sofonía la hija de la prima Severiona la hija del Primo Juancito hermano de Gregorio Silverio mi tío bisabuelo. En la mañana encontramos muerto a Goncito hijo de Cachón García, nuestro primo por fuera y por dentro. En la noche anterior llamaban por teléfono familiar, desde Amina batey de La Esperanza, provincia Valverde… para dar a conocer el fallecimiento de nuestro tío Juliano Medina cuñado de Hermes y hermano de don Evaro. Los cocuyos tuvieron algún descanso, dejaron de moverse por lo menos en esa semana. Doña Hermes estaba allí y hasta estuvo dos semanas interna en una suite del hospital regional, cito en Santiago de los caballeros, llegué a creer que se mejoraría confieso que eso fue lo que me pareció. Nunca tuvo receso, ni descanso. Vio caer a sus amigas y siempre seguía para la meta, hacia delante como una Rosa Luxemburgo o Mariana Grajales, pero mejor Juana Saltitopa. Juh, no lloraba demasiado pero se afligía, lo que se llama gritar alejada de dolientes, eso no lo hacía.
En los últimos rezos del novenario suyo no hubo no espacio en el cortijo más que para observar la movilidad de los tertulios, unos hablando de las virtudes, condicionas y mérito de la difunta, otros de los intereses de la circunstancia. Saludaban a personas que mucho tiempo hacía que no se veían. Los bocaeros como sanguijuelas estaban en los platos y en los calderones, en donde cocinaron la carne del becerro y otras viandas. Confieso que la presencia de Eulaliano primo de mi padre junto a Luisito Bonilla Santileys, regurgitaban sus años juveniles, sin profanar la memoria de la fenecida. Supimos luego que el primo Otiliano Bonilla, había muerto hijo de Gregoria Bonilla Medina prima hermana del marido de doña Hermes. Lo mismo que de Juliano Medina. Las horas pasaron y todo fue en marcha de energía endemoniada, el colmo llega cuando llega al mi presencia el lic. Mercedario Silverio Vásquez, quien llevaba carga de energías necrofólicas, espantosas, absurdas y amargas. Impregnaba el entorno, es divisionista actitud, hedonística, sádica, diabólica, se metía a los perímetros paroxísticos infernales. Algo extraño llevaba Marcelo como en cariño servíamos su apreciado nombre. Entraba a los escenarios para dejar en la mente de los observadores la idea de un irreal príncipe, protagonizando situaciones burdas creadas por sí mismo Los bocaeros continuaban pegados de los calderos, recogían huesos y bazofias y llenaban fundas plásticas de color negro, según las palabras suyas, eran para llevar a los animales que no pudieron acudir a comer de los pecados o de las culpas de la difunta doña Hemeregilda Torres Arias.
Para las 12 y 30 minutos, llegaba el ex diputado Cesar Emilio Peralta, amigo de nuestra familia, acompañado del equipo político, que promovía la candidatura de su esposa, la señora Daris Sánchez Villamán. Se destacaban las personas de Victoria Pichardo, prima nuestra, por línea de don Evaro, los señores Arnulfo y Marino, individuos de confianza suya. Luego fue, donde me encontraba, el señor Santos Torres, a saludarnos y entregarnos sus condolencias, ya que era uno de los 665 primos hermanos de tía Hermes, que no nos habíamos visto por su carácter reservista. Como me sentí molesto por la presencia física que había abrazado don Mercedario Silverio, me extrañó la ausencia del diputado Lic. José Alejandro Aguirre, nuestro amigo, quien había enviado un quintal de comida en la alborada, mi colmo ocurre con la ausencia de la dirigencia política del municipio. Es cierto que estuvo Dámaso Silverio, Secretario general de la organización, donde militó toda su vida la fenecida, Dámaso lo hizo, como un buen vecino y, como uno de los primos, pienso que no vino como dirigente del partido, porque de ser así, hubiese estado en el trayecto de los últimos rezos del novenario como hicieron dirigentes de otros municipios. Doña Hermes era enemiga de lo injusto y del saqueo.

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No me digas cosas como esas, que no la aceptaré por nada en el mundo, siempre seré como lo aprendí de mis padres. El dinero ajeno, los bienes de todos es manjar sagrado. El día no está lejos para ejecutar un plan a favor de los embolsamientos del dinero que la clase explotadora se ha llevado. Estamos amolando las hachas que emplearemos en el derrame de aquellas que empuercan el árbol de la nación. Es una arboleda narcotizante, protectora de actos salvajes, donde las orgías de serpientes y de cocodrilos terminan manchadas de sangre. No, ni siquiera me lo acerque, que no deseo verle. Eso fue lo que le dije cuando me enseñó la yeepeta que había adquirido el 18 de mayo, después de las elecciones de 2010. Ahora tengo un nuevo enemigo, gratuito quizá, pero pensándolo bien no es gratuito, sino adquirido con el uso de los propios racimos de la nación. El miraba con desconfianza ahora mira agresiva, sus hijos lo creen superior. Los del vecino honesto creen que el suyo es inferior, los míos me conocen han sido víctimas de los proyectos del imperio. No lo han logrado aún ni con mis nietos.
Ser proxeneta, es una profesión en los países pobres, que produce plusvalías a cortos plazos. Pero eso terminará, estamos amolando decía las hachas para derribar las armazones del almacén que han creado. Hermes decía “crear una política policial, que en vez de macanas lleven escobas para limpiar la sociedad de las basuras crapulosas…” sin tomar las espinas de las ramas de Estado, para como las púas protejan los bienes y propiedades populares. El capital no acepta el desarrollo mental de los hijos de los minis propietarios desean apuestan para que el significado de su pensamiento sea equivalente al vuelo de un pichonzuelo no de una ave de largo alcance. Ese huracán se mueve con tanta fuerzas que rompe las contradicciones, convirtiéndose en fuerza esclavizadota. De dónde sacaba doña Hermes esos conceptos de la ortodoxia marxista envuelto en esencia leninista. Así me llegué a preguntar en frecuentes ocasiones. Hablaba de los recursos y de los medios productivos y de las frutas dominantes, de una oscuridad absoluta. De lo amargo del extremo… pero no la comprendíamos. Sólo veíamos ese pequeño bulto moviéndose de un extremo a otro en el cortijo, con la mano izquierda sosteniendo la pipa de madera, que humeaba como un barco perdido en un revoltoso océano. No veíamos a la mujer, a la persona que había dentro de ese pequeño continente, porque era iletrada, porque era pequeña y anciana ya, porque era mujer. Pero era una mujer visionaria, soñadora. Algunos pensadores no se dan cuenta que el que está en la esquina, del otro lado es como el o quizá mejor que… también es un lente una lámpara para después del mediodía, para las horas crepuscularias.
No me enseñe su riqueza que ya la conocemos, es un flagelo que tiñe las paredes de las mentes juveniles. Es un gusanito que ha llegado por el oído de la sociedad capitalista como una mosca política saturadora de los corazones del pueblo avergonzado atosigado por los azotes de ese flagelo inmoral y causante de la muerte del Estado Humilde y bueno. Hermes señaló el desastre social se acerca, en caso de seguir permitiendo la compra y venta de los sentimientos y de condiciones categorías como el hambre y la salud.
Ayer la oí que hablaba con uno de sus nietos al que llamaba Primo, como Hermes era, una persona jocosa, le dijo hay que limpiar y sembrar. Hay que empreñar los prados, sembrar el minifundio de la semilla anticorrupción, pero debemos primos, fumigar primero el minifundio… para alejar esas malditas moscas creadas para putrificar las flores que sembramos. Ese es su trabajo, este es el nuestro. Si, de eso siempre, ha habido, aunque la trajeron los conquistadores, es un mosquito que a ellos no les pica, pero a los dueños del minifundio los muerde. En verdad nieto, es un mal peor que el sida, es el polen del poder, es una flor que consumen los poderosos y los que con ellos se confabulan. Si, así es, debemos combatirla. Cuando nombran a un individuo transparente en un cargo público, le envían uno, con el mismo rango, pero de su cofradía, o es consumidor o permite que trafiquen en sus narices. No, no, claro que es él quien los manda. ¡Sí señor! Se hace compadre de los portones y de las ventanas y en sus puertas colocan la bandera criminal de la impunidad.

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